El Santo Prepucio (I) / El Santo Prepucio (II)
Carlos Porrones y Vicenta Cubas nos escriben desde La Cava quejándose de este paréntesis que suele haber entre la publicación de cada uno de nuestros reportajes.
La tensión nerviosa que resulta de la espera, lamentan, les hubiera impedido incluso dormir la siesta si no hubiera sido por la ayuda terapéutica de un par de vasos de Agua del Carmen de los Padres Carmelitas tras cada comida.
Para aquellos lectores que desconozcan este reputado producto fruto del ingenio de los hijos de la Santa Madre Iglesia, les informamos que es 100% natural y ecológicamente sostenible. Sus virtudes cristianas se deben a su composición de esencia de romero, melisa, clavo, canela y un 80% de alcohol de 95º. ¡Buen provecho pues!
Agradecemos y difundimos esta información porque sabemos que no se trata de casos aislados.
Desde aquí pedimos comprensión al resto de los afectados. Nuestros reporteros hacen lo que pueden: apenas volver de Tierra Santa, donde recogieron las pruebas para el reportaje anterior, han debido hacer un largo periplo por Europa, tal y como se verá, para hacer el que sigue estas líneas.
Pero todos los esfuerzos son pocos para lectores tan fieles. Así pues, y en aras de la fe que nos une, continuamos con la saga del Santo Prepucio.
He aquí que con el estruendo y la polvareda causados por la caída del Imperio Romano el Santo Prepucio había quedado oculto.
Pero reapareció en la Edad Media, y de qué manera. Varias iglesias y abadías en Europa aseguraban ser sus poseedoras, en todo o en parte, y con pruebas documentales que demostraban su autenticidad. A principios del siglo XVI se podían contar catorce prepucios: 9 en Francia, otro en Lorena, otro en Prúsia, otro en Amberes, uno más en Santiago de Compostela y otro en Roma, en San Juan Laterano.
Nosotros nunca dudaríamos de la Santa Madre Iglesia, y por lo tanto suponemos que todas estas Santas congregaciones decían la verdad: así pues todas debían de tener trozos del mismo Santo Prepucio, que por lo tanto debía de ser enorme como corresponde a persona tan principal. Se trataba de un prepucio de tres pares de cojones, como si dijéramos.
Como llegó a su poder se desconoce. Algunas fuentes aseguran que un Ángel trajo el prepucio a Carlomagno, y que este lo depositó en la Abadía de Charroux. Precisamente por este motivo se creó en esta localidad la Cofradía del Santo Prepucio. Sus pasos de Semana Santa, por cierto, debían resultar dignos de ver.
La devoción por el prepucio iba en aumento por la veneración que le profesaban las mujeres que querían ser madres (qué mejor para acceder a la maternidad que un buen prepucio) y además perque se le atribuyeron varios milagros. Entre el resto de sus propiedades, además, también se hallaba la de anestésico y buen sustituto de la epidural. De hecho se dice que Catalina de Valois, esposa de Enrique V de Inglaterra, lo utilizó para hacer más llevaderos los dolores del parto gracias a su aroma.
Pero un artículo tan útil desató pronto las peleas entre las diferentes iglesias y abadías que lo poseían, todas las cuales aseguraban tener el único verdadero, y reclamaban el derecho a comercializar en exclusiva el Sagrado Merchandising.
Y es que no hablamos de poca cosa. En fecha tan tardía como el 1856 el Santo Prepucio hizo varios milagros en Francia, lo cual provocó el paroxismo de los fieles: se vendieron veinte millones de medallas milagrosas de la Virgen Maria, dieciocho millones de cobre y dos millones de oro y plata.
Podemos imaginarnos, pues, a los piadosos monjes enfrentándose con toda clase de instrumentos contundentes, armas blancas y técnicas marciales en defensa de la autenticidad de su propio prepucio, en fervorosa lucha por la obtencion del Santo Parné.
La ilustración que encabeza este artículo muestra, suponemos, a uno de estos Santos Padres dispuesto a defender a capa y espada el trozo de pellejo que aguanta con la mano derecha.
¡Hasta aquí llega la devoción a las sagradas reliquias de la SECAR (Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana)!
La pendencia llegó hasta el Santo Padre Inocencio III, que dijo que lo mejor era dejar la elección en manos de Dios.
Una sabia decisión, puesto que quien mejor que el legítimo propietario del prepucio para reconocerlo. Y es que en aquellos tiempos los prepucios todavía no estaban identificados con microchip, tal y como se hace ahora con cualquier animal de compañía.
Su acierto se mostró unos años más tarde cuando la Virgen Maria visitó a Santa Brígida (según esta misma vidente explicó), y le confirmó que el prepucio verdadero era el de San Juan Laterano en Roma, y que el resto no eran otra cosa que imitaciones Made in China, como tantos y tantos artículos que encontramos en los supermercados.
Esta misma Santa tuvo también otras revelaciones, como por ejemplo el número de latigazos que recibió Jesucristo.
Según él mismo le explicó en una charla informal que mantuvieron allá por el siglo XIV, y ella transcribe, fueron 5480. ¡No está mal!
Unas revelaciones tan importantes, por cierto, debían de fundamentar que el querido Papa Juan Pablo II, a quien aquí podemos ver charlando sobre el tema con un amigo, la declarara Copatrona de Europa, junto con otras dos colegas a las cuales haremos referencia pronto, porque también metieron baza en el asunto que nos ocupa.
Y es que mientras tanto habia quien había recogido mucha más información sobre el Santo Prepucio, lo que condujo a la aportación de datos de gran valor.
Sus testimonios iluminaron y enfervorizaron a la comunidad católica.
Y este será el objeto del próximo episodio.
Próximamente: Un prepucio de compromiso
1 comentario:
Hola excelente tu articulo
Tienes alguna referencia bibliografica oficial?
Es decir algo del vaticano en donde declare que existio en el pasado reverencia hacia el prepucio y asi mismo iglesias que lo guardaran como reliquias'
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